O de cómo hacer que unas judías verdes al vapor resulten divertidas. Que conste que me encantan las verduras, pero las judías verdes son, entre todas ellas, como la pera a las frutas. Están muy ricas, las judías y las peras, pero nunca "me muero por un plato de judías o por una pera". Mis expectativas de disfrute con estos alimentos son pocas, lo que por otra parte es una ventaja porque cuando cae en mis manos una pera de aquellas en su punto de dulzor, me sorprende y me parece una maravilla. Con las judías igual: unas buenas judías frescas de huerto me las como alegremente, simplemente al vapor y con un chorro de aceite rico y sal.
Lejos de los tópicos, no se trata aquí de enmascarar y reconvertir sabores y formas con el fin de domar a esos hijos pequeños que se oponen a la ingesta de verduras. En absoluto. Sobre todo porque creo que las verduras no son aburridas. En todo caso creo que se alimentan prejuicios de forma inconsciente. No se anuncia igual "¡niños, hoy toca hamburguesa con patatas fritas!" que una llamada a la mesa para tomar un plato de espinacas, así que la celebración va en consonancia.
No pretendo decir que esta sea la explicación definitiva para entender por qué esa resistencia un tanto generalizada en edades tempranas a lo vegetal. Influirán otros muchos factores, seguro, algunos que se me ocurren y otros que no. En cualquier caso la actitud frente a estos alimentos, como si por sanos fueran aburridos, podría ser de lo más positiva teniendo en cuenta la de alegrías que son capaces de llevar al plato: ya desde la primera infancia en las papillas, y por supuesto en todas las edades, con una cantidad de posibilidades de preparación sorprendente.
En el caso de esta ensalada de judías verdes, que es en lo que estaba, tal vez me resultan demasiado suaves, un poco simples. Aunque la sencillez de sabor en todo caso no tiene por qué ser una pega, incluso al contrario. Pero a mí particularmente la repetición de un sabor como el de las judías me resulta un tanto anodina. Así que cuando te regalan, por ejemplo, una bolsa con cuatro kilos de judías verdes y no estás especialmente a dieta, más vale pensar en algo.
Para las judías, o para cualquier otra verdura que queremos preparar de una forma diferente, recomiendo el libro del chef José Andrés, Verduras sin límite. Propone infinidad de recetas, de las judías concretamente una muy mediterránea de Judías verdes estofadas con salsa de tomate, de lo más apetecible. Pero sobre todo me encanta el planteamiento general de cómo tratar estos alimentos en la cocina, los platos tan sabrosos que se pueden elaborar, las combinaciones entre ellas y por supuesto, la de posibilidades de sazonados que se pueden utilizar para jugar con los sabores. De hecho en el libro se incluye una doble página de sus imprescindibles de la despensa para los amantes de las verduras, y aprovecho para insistir en que me siento parte de este colectivo. Esto, y que tenga un capítulo de "Cómo hervir el agua", creo que ya da pistas suficientes del planteamiento del libro. Para mí es uno de los de cabecera, definitivamente inspirador.
Pues bien, hay veces en las que el secreto está en el aliño, y este es el caso. Aquí os propongo uno fresco que convive la mar de bien con las judías verdes, preparadas al vapor. Un plato ligero, colorido y muy sabroso.
Ingredientes:
Judías verdes (muy frescas, recién traídas del huerto)
Para el aliño:
Albahaca
Jengibre
Cebollino (de mi huerto)
Vinagre de manzana
Sal
Aceite
Pimienta molida
Todo picado, cortado a cuchillo, bien mezclado en un bol y servimos por encima de las judías. En este caso, el orden en el que se añaden los ingredientes no me parece relevante, ya que dudo que altere el resultado. En el plato servimos con tomate cherry de dos colores, el amarillo más dulzón para contrastar con el resto de ingredientes, y alguno rojo pequeño más por el toque de color que le da que por otra cosa. Por un encima, un toque de balsámico de Módena y listo.
Resulta un plato fresco, cítrico y de lo más ligero.
¡Qué aproveche!
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