Con chorizo y patata. Salteados en cazuela, unos buenos guisantes congelados con cebolla, chorizo y dados de patata fritos de aquella manera que quedan crujientes y tostados, pero tiernos por dentro. Una variante para los guisantes con jamón, con la alegría del chorizo para compensar el dulzor de esta leguminosa. También le va perfecto un aderezo con aceite de menta, que le añade frescor.
Los dados de patata refuerzan este plato para convertirlo fácil en plato único sin pecar de escuetos. Añadir las patatas es una buena manera también de aprovechar los guisantes que sobraron de algún cálculo generoso, aunque fueran con jamón, que también se entiende bien con la patata, por no hablar de la alegría que aporta a los guisantes.
Ingredientes:
Guisantes (500 gr.)
1 cebolla
Chorizo cortado en lonchas
3 patatas grandes cortadas en dados
Sal
Aceite de oliva (y un poco de aceite de menta para el aderezo)
Tomillo
Pimienta negra
Es un plato muy sencillo de preparar. Lo primero que hago es cortar las patatas en dados y reservarlas. Las dejo en remojo para que no se oxiden. Para los guisantes, se corta la cebolla (más o menos micronizada, según los gustos) y se rehoga en la cazuela con el fondo cubierto de aceite, hasta que empiece a quedar transparente. Entonces se echa el chorizo y, a fuego medio, le doy alguna vuelta hasta que saca la grasa tiñendo de rojo el aceite y la cebolla. No mucho tiempo, ni a fuego demasiado intenso, para evitar que se endurezca.
En ese momento se añaden los guisantes, con una pizca de sal y tomillo espolvoreado (utilizo el que encuentro en la montaña, que tiene un aroma muy intenso). En unos 20 minutos aproximadamente, con el fuego medio/bajo y tapado, deberían estar casi listos.
Así que una vez tapada la cazuela con los guisantes, frío los dados de patata en aceite muy caliente al principio y que luego dejo un rato a medio gas. Cuando están hechas, todavía un pelo enteras, directamente de la sartén con la espumadera y escurriendo bien cada vez, las voy incorporando a la cazuela de los guisantes. Los dejo unos 4 o 5 minutos, dándoles alguna vuelta para que la patata se aromatice con la esencia de chorizo y tomillo, y termine de coger el punto justo de tierna sin que se deshaga. Los tiempos son orientativos, porque yo lo hago un poco a ojo, así que conviene estar atentos.
Para servirlo, insisto en la idea de un chorro de aceite de menta por encima. La pimienta negra nunca estorba, y en este caso, contrasta amigablemente con el dulzor de los guisantes.
Un plato muy completo, equilibrado y fácil de hacer.
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