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Foto del escritorLa cocina de Bárbara

Nocilla casera

Los que ya tenemos una edad seguro que, aunque sólo sea por la cancioncilla del anuncio de Nocilla, nos sabemos la receta. Leche, cacao, avellanas y azúcar, No-ci-llaaaaa. La que hacemos en casa, que es la de mi madre, no es exactamente así. Esa crema de cacao con la que de pequeños mi hermano y yo (y los amigos que se apuntaban con frecuencia a merendar) untábamos aquellos largos bocadillos de pan de barra, no lleva azúcar añadido. El dulce lo pone la leche condensada. El resultado, espectacular.



Para que quede en su punto, el secreto es el molido de las avellanas. Hay que conseguir que suelte el aceite y quede como una masa. Tiene que perder al máximo el granulado propio de cuando molemos un fruto seco. Eso se consigue insistiendo en la molienda. Si le damos este punto de masa de avellanas, ésta se encargará de que la crema de cacao adquiera la viscosidad adecuada sin necesidad de añadir mantequilla. Si no acertamos a la primera, añadir una nuez de mantequilla siempre es un recurso que no estropea el resultado en absoluto, pero que le añade grasa y contundencia que podemos evitar.



Ingredientes:

Avellanas (125 gr. aprox.)

Cacao en polvo (yo utilizo Colacao). Unas 5 cucharadas soperas bien cargadas. Se puede añadir más cantidad para una mezcla más oscura. Un poco a ojo y probando.

Leche Condensada (unos 250 gr.)

Un poco de leche para bajar consistencia y dulzor.

Una nuez de mantequilla en caso de que no quede lo suficientemente espesa.

Tarros de cristal reservados para ir rellenando (si se prueba, se repite).


Preparar la nocilla es sencillísimo. Una vez bien molidas las avellanas, se añade la leche condensada y el cacao, y se vuelve a batir para conseguir que se mezcle de una manera uniforme. Yo lo hago todo en el mismo molinillo por el que he pasado las avellanas.


Cuando ya está la mezcla hecha, en función de lo espesa que haya quedado, vertemos un poco de leche normal (ojo, que si nos pasamos se nos quedará líquida y no interesa), y volvemos a mezclarla. Si se perdiera el espesor adecuado para untar, es el momento de recurrir a la nuez de mantequilla. Hay que tener en cuenta que el frío de la nevera también participa en densificar la mezcla.

El punto definitivo de sabor se consigue a base de probar. Siempre podemos añadir más cacao para oscurecerla y que predomine el sabor a chocolate, pero sobre todo con mesura para no anular ese fondo que dan las avellanas.

Se conserva muy bien en el frigorífico, y es perfecta para desayunos y meriendas. También es muy acertado utilizarlo de relleno en repostería casera, desde bizcochos, galletas o magdalenas, hasta otros postres más sofisticados en el que queramos incluir un toque de chocolate y fruto seco.

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